Endomancia

martes, noviembre 07, 2006

El delicado arte de falalearme la mente

El acto, inusualmente liberador, de falalearme la mente, es un delicado arte que sólo puede practicarse en buena compañía. Una forma sutil de intimidad, donde priman los gritos entusiastas o las miradas de comprensión, y a veces las conversaciones sesudas. El bucle semántico gira sobre sí mismo y atraviesa las realidades implícitas en la ronda; se nota otro tipo de armonía en el aire, de la que no estamos seguros de que necesite símbolos para ser comunicada.

Yo conozco sobre aislamiento, pero inevitablemente algo penetra mi envoltura impermeable. El delicado arte de falalearme la mente se ha constituido en una salida. Encuentro palabras que no eran palabras, y que pescan sensaciones.

Mejor dicho, encontramos.

Las palabras siguen marcando el camino, y éstas han mostrado un camino particularmente atractivo. Cada faceta de cada personaje de la compañía, cada frase, cada expresión, tienen uno, dos, tres significados, y se suceden con un ritmo pacífico al fin. Al fin.

¿Y a quién le importó alguna vez la coherencia, salvo para hablar de la realidad estandarizada? La coherencia tiene su propio rol y su propio lugar, ni mayores ni menores que el roy y lugar de una buena cerveza helada. Se aprecia particularmente la sinceridad de corazón, los gestos significativos, la ausencia de prejuicios y la falta de maquillaje en la personalidad.

Si cierro la ventana otra vez, acudiré a Margarita, a Fernando y a Piter, y la volveré a abrir en muy poco tiempo.